lunes, 18 de noviembre de 2013



UNA AUTÉNTICA MINA DE ORO, PARA DESCUBRIR EN ESPAÑA


Las Médulas, a pocos kilómetros de Ponferrada es un antiguo yacimiento que los romanos explotaron con un sistema de ingeniería que modificó por completo el paisaje y que hoy vale la pena visitar

Entre los caminos zigzagueantes de las tierras de León y a un costado del circuito turístico clásico, Las



Médulas es una mina de oro para descubrir. En realidad hubo oro y mucho, pero los antiguos romanos se llevaron hasta la última pepita. Ahora los turistas puedan internarse en este yacimiento minero donde se destacan unas agujas rojizas, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, y llevarse una rica historia y un paseo de los más relajado, que no es poco.


El pequeño pueblo de Las Médulas de apenas 60 habitantes, casas de puertas abiertas y mucha vegetación está en la comarca de El Bierzo y se accede desde Ponferrada, en el noroeste español.


Todo hace olvidar por completo los aires urbanos: Las Médulas es apenas un caserío con una calle principal muy bien adornada por cerezos, alguna tienda, restaurante y casas que hospedan visitantes.

Si se llega en verano se pueden comprar las bolsitas con cerezas que venden los chicos. Es más, se podrían cortar directamente de las ramas, porque están al alcance de la mano, pero aquí explican que los árboles tienen dueño. Están repartidos entre las familias de la zona y muy bien custodiados.

Durante todo el recorrido se ve a los propietarios, subidos a escaleras, en plena cosecha, una de las actividades principales de la zona. Junto con los castaños, que algunos tienen más de 400 años y siguen dando frutos.

El circuito hacia los yacimientos se puede hacer de manera individual con los mapas que proveen en el Centro de Visitantes o con un guía, que se encargará de detallar los pormenores de esta obra. Y vale la pena la guiada, sobre todo, si María Grazia lleva la voz cantante, porque relata con pelos y señales la proeza romana que modificó por completo el paisaje, con corrimiento de tierras y construcción de canales, para hacerse del preciado mineral a pura fuerza hidráulica.

Pero cualquiera sea la opción, siempre será a pie. Los autos quedan en un estacionamiento en la entrada del pueblo y hay que disponerse a caminar. Antes de empezar es conveniente visitar el Centro de Visitantes, donde se puede ver un video con la obra que hicieron los romanos.

POZOS Y GALERÍAS
El lugar era ideal para la extracción de oro: eran tierras de aluvión con polvo de oro, había abundante agua y la suficiente pendiente como para utilizarla como fuerza hidráulica. También existían suaves pendientes hacia el río Sil para los desagües. Un buen regalo de la naturaleza, que los romanos supieron aprovechar como nadie.

Fue un trabajo de ingeniería de alto nivel, más digno de un aula magna académica que de una simple caminata entre castaños y nogales. Pero con un poco de imaginación uno se puede dar una idea de la magnitud de la obra. El sistema era más o menos así: el agua de los riachuelos de montaña se canalizaba y embalsaba en la parte superior de la explotación. En la montaña se cavaba una red de galerías y pozos sin salida al exterior. Cuando había suficiente agua se la soltaba a través de los canales. La presión del agua deshacía la montaña y arrastraba las tierras hasta los lavaderos.

La explotación comenzó en el siglo I y se extendió cerca de 200 años. En ese tiempo lograron sacar nada menos que cinco toneladas de oro.

La caminata, si se va en verano, puede resultar muy agobiante, pero la sombra de los castaños siempre es apreciada para descansar, tomar aire y profundizar la historia. En otoño, los ocres de los árboles se vuelven tan protagonistas como las cuevas.

“Los romanos deshacen la montaña y la lavan, sacan los cantos rodados y añaden más agua, que la conducen por los canales. Las partículas de oro se decantan en el fondo. Este sistema se llama ruina montium”, explica María Grazia, ante la mirada incrédula de los que la escuchamos.

Parece más un cuento de ciencia ficción que una obra que se hizo hace 2000 años. Dicen que es la mina a cielo abierto más grande del Imperio Romano.

“Los trabajadores no veían el sol por años, porque entraban muy temprano y salían tarde. Muchos murieron en la obra”, continúa.

Hay varios senderos para recorrer y según el tiempo que se disponga se puede visitar las galerías y las cuevas. Desde el Mirador de la Orellán, al que se accede al final del paseo en auto, se ven las típicas agujas de tierra rojiza y alguna de las cavernas de la antigua explotación minera, que inevitablemente remontan a ese pasado tan lejano.

Fuente: Diario La Nación, suplemento Turismo

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