lunes, 28 de abril de 2014

“ESQUEL, 11 AÑOS DESPUÉS, ALGO HA CAMBIADO Y NO ES POCO”

Muchos han opinado sobre la crisis minera gestada en Esquel, provincia de Chubut, en el año 2003, cuando por medio de una consulta pública, la sociedad, en aquel año, le dijo «no a la mina», con un contundente e
irremediable 81 % de los votos a favor de la negativa al desarr
ollo minero.  En aquellos tiempos, como sucede hoy, el intendente Rafael Williams, administraba la Municipalidad, y ayer, como en este presente, siempre fue un clásico político de coyuntura, timorato, supuestamente permeable, adhiriendo siempre a la corriente mayoritaria, y un aparente racional con un
titubeante mensaje ante los minoritarios que estaban por el si.  En aquel tiempo Esquel tenía un 27 % de tasa de desocupación y, al igual que hoy, el mayor empleador era el Estado nacional, provincial y municipal. Muy detrás, aparecía el turismo y el comercio, la ganadería y la fruta fina como empleadores en blanco.

Como supe decir en aquel tiempo de desencuentros, si hubiera vivido en Esquel, adheriría al «no a la mina» sin mucho análisis.  No por estar contra la industria y su desarrollo, adherir al no era delinear una conducta contra el atropello y el desmanejo. Y por sobre todas las cosas el respeto a una forma de de vivir.  Es que los que actuaban como referentes del sector, encabezados por el poco memorable, Enrique Tufino, quien actuaba como presidente de la compañía Minera El Desquite, propiedad entonces de Meridian Gold. El y su equipo, todo lo hacían difícil, incomprensible. Lo hecho, en una supuesta intención de seducir a los esquelenses, era el testamento de lo que no se debía hacer. Actos cargados de soberbia, grandilocuencia, subestimación, avaricia e ignorancia, u ostentación por citar algunas cualidades de una larga data de calificativos, los identificaba. Jamás conjugaron el verbo dialogar, y menos, informar.

El máximo de la subestimación era creido que lo podían todo.  Que el dinero iba a socavar la integridad moral y la conciencia de una comunidad. Nunca lo lograron, sólo hay que observar los resultados. Nunca es triste la verdad, sólo no tiene remedio.  Jamás supieron comunicarse con el pueblo. Hacerse entender.  Comprender cuál era, y es, la idiosincrasia de un pueblo. En conclusión, le arrebataron todo desde la sencillez del «NO».

Los millones, allá por marzo de 2003 no pudieron con una sociedad enardecía que sentía que le arrebataban su vida cotidiana, que la invadían y de haberse creído, que la

contaminación era el enemigo. Nadie supo cómo recomponer lo que se había roto, tampoco el estado supo como hacer frente a esta crisis social. Por eso sólo atinó a prohibir. Esa bendita solución que se lleva adelante cuando no existe capacidad de hacer prevalecer el sentido común. Estado ausente, tierra de nadie. Una constante de la historia nacional.  Sucedió hace ya once años. El grito del «no a la mina» se desplegó, como una verdadera cruzada, a todo el país. Con el «Caso Esquel» se fundó el movimiento del «no a la mina», eso trajo aparejado leyes antimineras en Río Negro, Córdoba, San Luis, La Rioja, Tucumán y Mendoza. Todo siempre ante la contundencia de quienes abonaban la idea de «no a la mina» por la contaminación, el se llevan todo y la connivencia empresafuncionarios.  El mismo Estado nacional, siempre abonado a la ausencia, con una actitud inútil por donde se lo analice, siempre representado por el secretario de Minería Jorge Mayoral, quien jamás supo exponer una idea para llevar adelante. Convirtiéndose, de esta manera, en otro gran protagonista de la historia de los que favorecieron la corriente opositora a esta industria. Nunca hizo mención alguna al conflicto, jamás, vale destacar que bajo su gestión inoperante se generaron las leyes y los movimientos antimineros de Argentina.

Un día, desde el sector minero, se comprendió que había que dar respuestas. No de las que caracterizaron a la industria en Esquel, Neuquén, la Rioja, San Luis o Mendoza, por citar algunas. La gente común planteaba dudas, y estas debían ser evacuadas de alguna forma.

Allí se comenzó a comprender que ya no era tiempo de que los pueblos entendieran, como sucedió en la llamada colonización, que confundan a la cruz, los sables y los fusiles como una misma cosa. Había que practicar la empatía como método de análisis y comprensión. La comparación bien vale para interpretar que la fórmula- políticos-gobernantes- empresas eran una misma identidad. Había que iniciar la decodificación social para ser, por lo menos, escuchados.

Por suerte hubo algunos ejecutivos mineros que entendieron este análisis sociológico, y fue así que empezaron a mirar a los costados, intercambiar ideas, mostrar que había cosas trascendentes que algunas empresas efectuaban en sus zonas de influencia y además comenzaron a ser asesorados por hombres de las ciencias sociales y no sólo de los números. Fue allá por 2009 algo empezó a cambiar.

Nuevamente Esquel aparece en escena, como si la crisis de 2003, que dejó heridas abiertas en la sociedad, debía ser remediada de alguna forma. Y este mismo escenario fue elegido para avanzar y desplegar puentes de diálogos. Aún recibiendo cachetazos. En esta ciudad, nunca abandonada por la minería, se comenzó a plasmar una presencia diferente, aún con errores y falencias, pero con otra mística.

Es difícil detallar cual fue el momento del quiebre, pero hoy en Esquel no re respira el mismo aire que en el 2003. Algo ha cambiado, hay señales que invitan a imaginar un tiempo diferente tras la confrontación y el desmembramiento social.  Los extremistas, seguirán siendo extremistas, pero la idea de sentarse a dialogar crece.

Esto no significa un cheque en blanco. Lejos de esto, muy lejos. Pero es importante hacer contrastar que hay una instancia social diferente a 11 años atrás. Hoy, da la sensación, que se intenta plasmar un interrelación distinta, a conjugar otras formas de como poder entenderse, y esto, comparado con la historia de la última década, es un dato alentador.  Hay quienes arriesgan que en Esquel ya no perdura aquel 8 a 2 de la consulta popular en las preferencias por el desarrollo minero. Esa brecha, lo estiman estudios recientes, se habría achicado. Pero lejos de los números, se debe entender e imponer el concepto de consenso social como huella a lograr y transitar.  Sin este elemento, no hay posibilidad de construir absolutamente nada.

La buena noticia de hoy, es que los «ni» de ayer, por los indecisos, hoy son proclives al diálogo. En la actualidad se habla de minería sin temor a recibir un coscorrón y esto también es un avance.

Por la salud social de la comunidad, es bueno mantener las diferencias y los disensos, pero sin violencia y con tolerancia.  Se impone el concepto de cimentar un espacio para el ejercicio del diálogo, la paciencia y la prudencia. Sabiendo que las ausencias del Estado perdurarán, más con los personajes que deambulan en la zona, especialmente el intendente de Esquel.  Por eso el esfuerzo, que la empresa hace en la zona, debe ser convincente y aún más sólido.

Lejos de las falencias del pasado, con la simple firmeza de sostener la ilusión de que otro futuro es posible. Este presente es saludable a los efectos de afirmar que hoy, tras 11 años del plebiscito efectuado en Esquel que negó el desarrollo minero, algo ha cambiado, y eso no es poco.


Fuente: Agustín Cantú para Prensa GeoMinera

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