“ESQUEL, 11 AÑOS DESPUÉS, ALGO HA CAMBIADO Y NO ES POCO”
Muchos han opinado sobre la crisis minera
gestada en Esquel, provincia de Chubut, en el año 2003, cuando por medio de una
consulta pública, la sociedad, en aquel año, le dijo «no a la mina», con un
contundente e
Como supe decir en aquel tiempo de
desencuentros, si hubiera vivido en Esquel, adheriría al «no a la mina» sin
mucho análisis. No por estar contra la
industria y su desarrollo, adherir al no era delinear una conducta contra el
atropello y el desmanejo. Y por sobre todas las cosas el respeto a una forma de
de vivir. Es que los que actuaban como
referentes del sector, encabezados por el poco memorable, Enrique Tufino, quien
actuaba como presidente de la compañía Minera El Desquite, propiedad entonces
de Meridian Gold. El y su equipo, todo lo hacían difícil, incomprensible. Lo
hecho, en una supuesta intención de seducir a los esquelenses, era el
testamento de lo que no se debía hacer. Actos cargados de soberbia,
grandilocuencia, subestimación, avaricia e ignorancia, u ostentación por citar
algunas cualidades de una larga data de calificativos, los identificaba. Jamás
conjugaron el verbo dialogar, y menos, informar.
El máximo de la subestimación era creido
que lo podían todo. Que el dinero iba a
socavar la integridad moral y la conciencia de una comunidad. Nunca lo
lograron, sólo hay que observar los resultados. Nunca es triste la verdad, sólo
no tiene remedio. Jamás supieron
comunicarse con el pueblo. Hacerse entender.
Comprender cuál era, y es, la idiosincrasia de un pueblo. En conclusión,
le arrebataron todo desde la sencillez del «NO».
Los millones, allá por marzo de 2003 no
pudieron con una sociedad enardecía que sentía que le arrebataban su vida
cotidiana, que la invadían y de haberse creído, que la
contaminación era el enemigo. Nadie supo
cómo recomponer lo que se había roto, tampoco el estado supo como hacer frente
a esta crisis social. Por eso sólo atinó a prohibir. Esa bendita solución que
se lleva adelante cuando no existe capacidad de hacer prevalecer el sentido
común. Estado ausente, tierra de nadie. Una constante de la historia
nacional. Sucedió hace ya once años. El
grito del «no a la mina» se desplegó, como una verdadera cruzada, a todo el
país. Con el «Caso Esquel» se fundó el movimiento del «no a la mina», eso trajo
aparejado leyes antimineras en Río Negro, Córdoba, San Luis, La Rioja, Tucumán
y Mendoza. Todo siempre ante la contundencia de quienes abonaban la idea de «no
a la mina» por la contaminación, el se llevan todo y la connivencia
empresafuncionarios. El mismo Estado
nacional, siempre abonado a la ausencia, con una actitud inútil por donde se lo
analice, siempre representado por el secretario de Minería Jorge Mayoral, quien
jamás supo exponer una idea para llevar adelante. Convirtiéndose, de esta
manera, en otro gran protagonista de la historia de los que favorecieron la
corriente opositora a esta industria. Nunca hizo mención alguna al conflicto,
jamás, vale destacar que bajo su gestión inoperante se generaron las leyes y
los movimientos antimineros de Argentina.
Un día, desde el sector minero, se
comprendió que había que dar respuestas. No de las que caracterizaron a la
industria en Esquel, Neuquén, la Rioja, San Luis o Mendoza, por citar algunas.
La gente común planteaba dudas, y estas debían ser evacuadas de alguna forma.
Allí se comenzó a comprender que ya no era
tiempo de que los pueblos entendieran, como sucedió en la llamada colonización,
que confundan a la cruz, los sables y los fusiles como una misma cosa. Había
que practicar la empatía como método de análisis y comprensión. La comparación
bien vale para interpretar que la fórmula- políticos-gobernantes- empresas eran
una misma identidad. Había que iniciar la decodificación social para ser, por
lo menos, escuchados.
Por suerte hubo algunos ejecutivos mineros
que entendieron este análisis sociológico, y fue así que empezaron a mirar a
los costados, intercambiar ideas, mostrar que había cosas trascendentes que
algunas empresas efectuaban en sus zonas de influencia y además comenzaron a
ser asesorados por hombres de las ciencias sociales y no sólo de los números.
Fue allá por 2009 algo empezó a cambiar.
Nuevamente Esquel aparece en escena, como
si la crisis de 2003, que dejó heridas abiertas en la sociedad, debía ser
remediada de alguna forma. Y este mismo escenario fue elegido para avanzar y
desplegar puentes de diálogos. Aún recibiendo cachetazos. En esta ciudad, nunca
abandonada por la minería, se comenzó a plasmar una presencia diferente, aún
con errores y falencias, pero con otra mística.
Es difícil detallar cual fue el momento del
quiebre, pero hoy en Esquel no re respira el mismo aire que en el 2003. Algo ha
cambiado, hay señales que invitan a imaginar un tiempo diferente tras la
confrontación y el desmembramiento social.
Los extremistas, seguirán siendo extremistas, pero la idea de sentarse a
dialogar crece.
Esto no significa un cheque en blanco.
Lejos de esto, muy lejos. Pero es importante hacer contrastar que hay una
instancia social diferente a 11 años atrás. Hoy, da la sensación, que se
intenta plasmar un interrelación distinta, a conjugar otras formas de como
poder entenderse, y esto, comparado con la historia de la última década, es un
dato alentador. Hay quienes arriesgan
que en Esquel ya no perdura aquel 8 a 2 de la consulta popular en las
preferencias por el desarrollo minero. Esa brecha, lo estiman estudios
recientes, se habría achicado. Pero lejos de los números, se debe entender e
imponer el concepto de consenso social como huella a lograr y transitar. Sin este elemento, no hay posibilidad de
construir absolutamente nada.
La buena noticia de hoy, es que los «ni» de
ayer, por los indecisos, hoy son proclives al diálogo. En la actualidad se
habla de minería sin temor a recibir un coscorrón y esto también es un avance.
Por la salud social de la comunidad, es
bueno mantener las diferencias y los disensos, pero sin violencia y con
tolerancia. Se impone el concepto de
cimentar un espacio para el ejercicio del diálogo, la paciencia y la prudencia.
Sabiendo que las ausencias del Estado perdurarán, más con los personajes que
deambulan en la zona, especialmente el intendente de Esquel. Por eso el esfuerzo, que la empresa hace en
la zona, debe ser convincente y aún más sólido.
Lejos de las falencias del pasado, con la
simple firmeza de sostener la ilusión de que otro futuro es posible. Este
presente es saludable a los efectos de afirmar que hoy, tras 11 años del
plebiscito efectuado en Esquel que negó el desarrollo minero, algo ha cambiado,
y eso no es poco.
Fuente: Agustín Cantú para Prensa GeoMinera
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