VALE Y EL SINSENTIDO ARGENTINO
La salida de la minera Vale ha producido una catarata de
consecuencias en varios frentes. En Mendoza se lo ha considerado catastrófico
por la pérdida de fuentes de trabajo para una provincia que ha tenido sus
problemas históricos con la minería.
Considerada por los mendocinos como una provincia
vitivinícola, siempre se mostró reacia a la actividad minera. El negocio no
está prohibido, pero casi. En todo caso todos los procesos de lixiviación (por
el cual los metales se desprenden de la roca) están completamente fuera de la
posibilidad de realizarse en su territorio.
Desde hace décadas los metales -especialmente los preciosos-
ya no se encuentran en pepitas sino que solo pueden extraerse en forma de polvo
de entre las piedras. Ese procedimiento de separación implica el uso de cianuro
cuyo solo nombre genera animadversión y controversia. Sus efectos se terminan
con el simple uso de la lavandina, pero en el imaginario popular existe la
creencia de que nubes de veneno pueden formarse en cielo y contaminar a comunidades
enteras.
Lo cierto es que el de la minera brasileña tenía la ventaja
de ser un proyecto de potasio que no necesita de lixiviación para separar el
mineral de la roca. El desarrollo de Vale no solo traería puestos de trabajo
sino que iba a ayudar a cambiar una cultura provincial que acostumbró a los
peones de las vides a trabajar en negro, sin cobertura social y con empleos
remunerados raquíticamente. La irrupción de los brasileños iba a dotar de otra
formalidad laboral a la provincia.
Pero las convulsiones de su salida no sólo se limitan a
estas consecuencias favorables que ya no estarán. Los efectos secundarios han
alcanzado a toda la industria que ha empezado a recibir de sus casas matrices
pedidos de explicación: “¿Por qué Vale se va y nosotros nos estamos quedando?”.
Hoy en día no sólo los más grandes sino casi los únicos
proyectos de inversión en el país corresponden a la minería. Si varias de estas
empresas imitaran a la brasileña las consecuencias serían pavorosas.
De allí que el caso esté siendo seguido con detenimiento por
más de una compañía del ramo. Ese seguimiento determinó que, más allá de las
condiciones estrambóticas que el mercado argentino puede estar mostrando hoy
(con un clima de negocios inexplicable, con una persecución a los que trabajan,
con unas condiciones del mercado cambiario que no necesitan demasiada
explicación, con una incertidumbre sobre el futuro notable) la compañía Vale
podría haberle errado al vizcachazo en los cálculos de la inversión desde el
inicio del proyecto.
Fuentes de la industria aseguran que la explotación no
podría haberse hecho por U$S 6000 millones. Vale estaba obligada a negociar con
5 jurisdicciones provinciales porque su proyecto incluía la extracción, el
tránsito y el despacho por un puerto a construir del mineral de potasio. Eso
llevo a que muchos gobernadores creyeran que les había llegado la oportunidad
de “hacerse la América” con los brasileños y llenaron a la compañía de
sobrecostos.
Por otra parte la explotación número uno de la empresa a
nivel global es el mineral de hierro y la cotización del hierro cayó en el
mundo, del mismo modo que lo hizo, paradójicamente, la del potasio también.
Muchos en el sector especulan con que Vale no midió los
costos de construcción a los que iba a estar expuesta o que los midió como lo
que es -una empresa minera- y no como debería haberlos medido, como una
compañía constructora. Eso lleva a la conclusión de que el costo mínimo inicial
no debería haber estado por debajo de los 10 mil millones de dólares. No es el
primer caso de una pifiada semejante. A otras empresas ya les pasó antes.
Sin embargo, “Argentinolandia” le dio a los brasileños la
excusa perfecta para disimular su error e irse. El país obliga a liquidar las
exportaciones de minerales como si fueran operaciones comunes. A los 30 días de
embarcada la mercadería, la compañía minera debería estar liquidando sus dólares
para entregárselos al gobierno. Ni en sueños eso puede funcionar en esta
industria, en donde solo los tiempos de navegación superan los 120 días.
Además el inexplicable comportamiento del gobierno con el
dólar y con la libre circulación de las divisas le dieron los argumentos
necesarios para explicar que no podían permanecer en un lugar del que no sabían
si podrían salir.
La situación demuestra hasta qué punto se estiran los
disparates argentinos: ni siquiera en un caso en donde la propia empresa había
errado las proyecciones es posible oponer esos argumentos para obligarla a
alguna compensación. Le hemos dado los argumentos que necesitaba para que su
fuga estuviera más que justificada a la luz de las medidas que gobiernan el
llamado “clima antinegocios” en el país.
Resulta francamente increíble que en este contexto mundial y
en un país en donde todo está por hacerse, nos pasen estas cosas. Con el dinero
sobrando en el mundo y valiendo cero, las empresas con proyectos están deseosas
de emprenderlos en donde haya un mínimo de seguridad. Pero claro, siempre huyen
de los lugares en donde no se sabe si su propiedad va a seguir
perteneciéndoles. De esos sitios se van aunque sus propios errores sean la
causa central del fracaso.
Artículo firmado por Carlos Mira y publicado en INFOBAE
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